Desde el Blog Internacionalismo Militante queremos plantear los primeros elementos de reflexión sobre la Marcha con la idea de aportar para un debate fraterno al interior de la militancia y entre las distintas organizaciones, consecuentes luchadoras por el juicio y castigo a los genocidas y torturadores.
La Marcha
Con una importante concurrencia, el pasado 20 de mayo se volvió a poner en el tapete la pelea por justicia respecto de los crímenes cometidos por la última dictadura militar: la exigencia de que se juzguen a quienes tuvieron responsabilidad en los hechos, es decir a quiénes participaron, quiénes dieron las órdenes y quiénes las cumplieron, pero también quiénes fueron los cómplices civiles que avalaron y consintieron este plan sistemático de ensañamiento con los sectores de trabajadores y jóvenes más combativos de la sociedad uruguaya.
Este plan se enmarcaba dentro de una organización más grande, el Plan Cóndor, que reunía a las fuerzas armadas de casi todos los países latinoamericanos que se aprestaban a aplicar distintas metodologías de tortura y exterminio copiadas de otras fuerzas (como las francesas en Argelia), y todo esto bajo la dirección, supervisión y monitoreo del amo del norte, los Estados Unidos. En la llamada “Escuela de las Américas” los milicos se formaban en estas técnicas para luego aplicarlas en sus países de origen, una gran organización ilícita que partió de las más altas esferas estatales, y por este motivo se lo llama Terrorismo de Estado.
Sin embargo, la convocatoria de la Marcha, impulsada centralmente por la agrupación Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos y Desaparecidos y por distintos sectores oficialistas, tuvo como lema “Sin la Verdad y la Justicia no hay Reconciliación”. Esta consigna creemos que es incorrecta ya que nunca podríamos reconciliarnos con quienes cometieron crímenes de lesa humanidad, con quienes armaron, planificaron y ejecutaron un plan sistemático para acabar con la resistencia obrera y popular, y a la vez pensamos que esta consigna termina convalidando una política que parte del Estado y que tiene como su mayor exponente al mismo presidente Pepe Mujica que pretende amigar a las FFAA con la población civil ya que las necesita para su ejercicio de gobierno.
Para abrir el debate, nosotros opinamos que esta consigna no es progresiva, es decir no va en el sentido de resolver la cuestión fundamental del juicio y castigo a los culpables, sino que justamente abre la posibilidad de pensar en la reconciliación con los militares y civiles de la última dictadura. Nos preguntamos: ¿acaso con verdad y justicia podría haber reconciliación? No, para nosotros está claro que nunca va a haber reconciliación, y se nos hace un deber y una obligación plantear esta cuestión con total claridad y firmeza.
Podríamos llegar a comparar esta situación con los juicios a los nazis, después de la Segunda Guerra Mundial. En ese caso, aunque lograron mantenerse prófugos e impunes muchos miembros de las SS, hubo una serie de juicios y condenas a los referentes del nazismo. Entonces, ¿podríamos pensar que, como se juzgó a algunos, la humanidad debe reconciliarse con ellos? No, claro que no, por eso la condena moral y ética sigue presente, sus partidarios prohibidos, su propaganda censurada, su apología es delito.
Entonces, la presencia de Mujica, su esposa, miembros del partido colorado como Fau, etc. intentan concretar la reconciliación y muestran claramente el verdadero sentido de esta marcha.
Los gestos de reconciliación tanto de la derecha en los días previos (como cuando los mandos militares aceptaban haber cometido errores y se desmarcaban de los generales de la dictadura) como de la supuesta “izquierda” (cuando hablaban al otro día de la marcha como un primer paso a la reconciliación) hablan por si solos.
Los antecedentes
Pensamos que la consigna que encabezó la Marcha es una continuidad de la política que vienen teniendo los dos gobiernos del FA de mantener la impunidad. Por un lado, manteniendo la vigencia de la Ley de Caducidad, declarada inconstitucional en distintos ámbitos internacionales, repudiada por millones de personas que han votado en los distintos plebiscitos a favor de la anulación, e incongruente a todas luces con los postulados que sostienen los tratados internacionales a los que Uruguay adhirió. Una Ley maldita, hija del Pacto del Club Naval, que vino a sellar la impunidad con los militares asesinos y torturadores, que fue avalada por los partidos del régimen, incluyendo al ahora gobernante Frente Amplio, cuyos legisladores fueron incapaces de anularla en los momentos en que este tuvo mayoría parlamentaria. Es decir toda una vergüenza nacional, plagada de acuerdos, de silencios y de complicidades.
Entonces desde el Pacto del Club Naval en adelante la política del FA como actor principal en la política uruguaya nos condujo a la trágica situación actual: la impunidad sigue firme, pero lo que es peor aún, parece que la pacificación y la convivencia con los militares van ganando terreno en parte del pueblo. El olvido, la falsificación histórica, la falta de condena cotidiana, los discursos fascistas y reivindicadores de la dictadura son moneda corriente. ¡¡No podemos permitir que esta reconciliación avance!!
Las operaciones políticas de la burguesía
La primera operación política parte del ex Tupamaro Mujica, quien pretende que los organismos de derechos humanos, los grupos y partidos de la izquierda y los militantes contra la impunidad caigamos en una posición que implique ceder a las presiones de todos los burgueses que, aunque con matices entre ellos, quieren y necesitan un aparato militar fuerte para defender el orden capitalista. Mujica tiene un claro objetivo: tener a su disposición preventivamente a las fuerzas armadas y de seguridad para, llegado el caso, utilizarlas para pasar sus políticas de estado internas. Si la crisis internacional se agudiza y comienza a repercutir en el Uruguay de seguro que aplicará medidas antipopulares, en pos de mantener los niveles de ganancia de los capitalistas, ya sean las agroexportadoras, los servicios, la banca y el comercio. Es por este motivo que necesitará a las fuerzas armadas lo más legitimadas posibles, por si llegan a tener que intervenir en algún conflicto interno, como una huelga obrera, una ocupación estudiantil, una revuelta barrial, etc. Las fuerzas armadas, como instrumento del Estado, y en este caso de un estado que se encuentra al servicio de una minoría de patrones y capitalistas, es totalmente necesario para preservar la dominación social. Por eso cuanto más represtigiadas éstas se encuentren mejor. Cuanto más “amigas” de la sociedad sean mejor. Cuanto mejor vistas estén para las grandes masas tanto mejor utilizables serán en los momentos decisivos.
La segunda operación política consiste en haber fomentado hasta el cansancio la falsa conciencia de que la sociedad uruguaya tiene un nivel de institucionalidad y representación casi excepcional al resto de América Latina. Ahora, es difícil creer que a través de un plebiscito se lograría el fin de la impunidad, y que el resultado del mismo sería respetado por los sectores más de derecha de esta sociedad (burguesa). Así pasó también con las privatizaciones, con voto popular en contra, ¿acaso se detuvieron? ¿o se buscó el vericueto legal para seguir avanzando en las mismas, privatizando indirectamente vía tercerizaciones, precarizaciones, asociaciones con privados, etc. etc.? La clase capitalista en el poder gobierna por consenso y por coerción: a partir de los mecanismos del régimen de la democracia liberal fomenta ilusiones en que todos somos iguales, y que nuestro voto vale. Cuando esto no es suficiente porque las masas cuestionan la ganancia capitalista, entonces la coerción a través de las fuerzas represivas terminan de imponer una relación de fuerzas a su favor. En esta combinación entre consenso y coerción se maneja siempre el Estado uruguayo.
Frente a esta operación política, los revolucionarios no nos negamos a usar los referéndums y plebiscitos como herramientas, pero nunca pueden ser el instrumento principal, poniendo la movilización a su servicio, como algo secundario. Por el contrario, apelamos a la movilización revolucionaria de la clase trabajadora para que en la acción directa desplieguen todas las fuerzas posibles y desarrollen el máximo de creatividad en la lucha, que permita incluso acaudillar al resto de los sectores explotados y oprimidos, unificando los reclamos y combatiendo el corporativismo divisionista, que solo le sirve a la burguesía para dividir el campo popular.
La tercera operación política tiene que ver con el intento de invisibilizar los OTROS crímenes de la dictadura , ya que la forma predominante de represión en el Uruguay se basó en la prisión, tortura y exilio para miles de luchadores.
Por supuesto que los detenidos desaparecidos son una bandera de lucha contra los crímenes de la dictadura y reflejan además la coordinación represiva del Plan Condor que existió entre los regímenes cívico-militares del Cono Sur, pero opinamos que la búsqueda de justicia no se reduce a esta cuestión. Juicio y castigo para los torturadores, para los que llenaron las cárceles de presos, para los que mandaban exiliar y proscribir, para los civiles y militares que sostuvieron ese Estado dictatorial.
Por eso, para saber el destino de nuestros desaparecidos, habrá que excavar en los batallones, habrá que saber escuchar a los sobrevivientes, que por suerte están vivos y con nosotros, y habrá que juzgar a los militares que aún hoy siguen manteniendo un manto de silencio cómplice frente a este tema tan sensible.
Esto no es Argentina; allí la modalidad predominante de la represión fue la desaparición forzada; en Chile fueron los asesinatos políticos. En Uruguay fue la cárcel, la tortura y el exilio. No plantear la cuestión con claridad, deja la puerta abierta a “dar vuelta de pagina” concluyendo que si se hiciera justicia con los desaparecidos el problema de la dictadura militar ya estaría resuelto.
Por otro lado se nos quiere pasar, como quien diría, “gato por liebre”: inventando una historia en donde dos aparatos militares se peleaban entre sí, y a consecuencia de esa “batalla” desaparecieron algunas personas. En realidad se trató de un período de ascenso obrero y popular, de organización y politización de amplios sectores de la población uruguaya (especialmente sectores de trabajadores y de la juventud) que abrazaron distintos proyectos (más allá de si fueron éstos correctos o no) que proponían un cambio de sociedad, que aspiraban a un mundo sin explotados ni explotadores, que peleaban por sus derechos y contra los privilegios de los más poderosos. Eso no es una “guerra”, eso es un plan de un sector (privilegiado) de la sociedad, que cuenta para sí con el monopolio del uso de las armas, contra otro grupo poblacional que se alza contra el orden establecido. Esto se llama Terrorismo de Estado cuando el estado se encuentra a manos de los patrones.
Y más aún, como uno de los “bandos” parece que se arrepintió de todo lo que hizo en los 70, entonces queda por ende solo un discurso: el del bando vencedor.
Los principios de la clase obrera
Consideramos hasta un principio de clase no reconciliarnos con nuestros verdugos.
Quienes persiguen, reprimen, torturan, encarcelan, matan y desaparecen a la clase trabajadora y a los luchadores populares, lo hacen en nombre de una clase, la burguesía, y están movidos por la intención de proteger y preservar sus privilegios. Lo hacen con el fin de proteger a los capitalistas, y frenar por la fuerza de la reacción y del fascismo las expresiones de las clases desposeídas, que intentar subvertir el orden existente.
Está en la esencia de las fuerzas armadas actuar contra los explotados, están llamados a cumplir ese rol. Como institución, nacieron para ejercer el monopolio de la violencia contra quienes atenten el orden burgués. No hay posibilidad de reforma o renovación, no son las personas, es la institución
Por eso es un principio de clase no reconciliarnos con las fuerzas armadas que están al servicio del capitalismo y prontas a reprimir y utilizar todas las acciones legales o ilegales a su disposición para descargar su poder represivo sobre las masas trabajadoras y populares, ya que lo hicieron antes y lo seguirán haciendo siempre, por su carácter de clase.
Por más que hayan juzgado a todos los responsables de los crímenes de lesa humanidad, lo que consideramos un avance y un hecho reparador, no vamos a reconciliarnos con nuestros verdugos.
Un programa para luchar
Sabemos que miles de luchadores honestos por la justicia y la verdad participaron de la marcha; pero en todo caso con nuestra presencia acrítica sin una delimitación clara, sin una denuncia hacia la política reconciliadora del gobierno frenteamplista y del resto de los partidos del régimen, sólo aumentamos la confusión. ¿No somos suficientes para expresar una voz diferente a la oficial?
Desde el Blog Internacionalismo Militante pensamos que la mejor manera de combatir la impunidad es a través de la movilización independiente de las masas, sin caer en el seguidismo a las variantes patronales y sus partidos, incluyendo al Frente Amplio que, con un discurso de izquierda, pretende cerrar una etapa de lucha, hacer “borrón y cuenta nueva” y reconciliar a la sociedad haciendo pasar a las fuerzas armadas como “nuevas”, cuando en realidad sabemos que, no solo siguen siendo los mismos militares quienes se encuentran en la cúpula, y que los nuevos integrantes fueron y son educados en la lógica del Terrorismo de Estado, sino que también sabemos que la institución es la misma porque el carácter de clase del Estado no se ha modificado, sigue siendo burgués y por tanto la institución mantiene los mismos intereses que en los tiempos del Goyo Álvarez y Gavazzo.
Creemos que hay que enfrentar consecuentemente este intento de Mujica y el FA de reconciliarnos con los asesinos y torturadores, levantando bien alto las banderas del Juicio y Castigo.
Pensamos también que a las FFAA no las podemos modificar, por lo que hay que plantear la disolución de las mismas y de los servicios de inteligencia del estado, ya que para lo único que sirven es para reprimir al pueblo trabajador, a los estudiantes y a la juventud.
Los sindicatos combativos de los distintos gremios como la educación y la salud entre otros, la militancia de los centros de estudiantes, sea docentes como liceales, las organizaciones vecinales y de DDHH no comprometidas con el gobierno y que quieren ver en cárcel común a los militares, los partidos de la izquierda radical, etc., deben encarar esta profunda y comprometida discusión a la luz de los intentos del gobierno del FA de dar vuelta la página de la historia uruguaya y sentar las bases para una nueva etapa en la vida de todos nosotros.
PT: no podemos cambiarle el contenido a todo
El Partido de los Trabajadores (PT) participó de la Marcha del Silencio, quedando justo detrás de Mujica. Esto no fue solo una cuestión de “espacio”, sino que expresa un posicionamiento político. Con el argumento de que se puede cambiar el contenido a las marchas, a las convocatorias, a las declaraciones, a las campañas electorales, etc. esta corriente termina apoyando cosas indefendibles, como por ejemplo una convocatoria llamando indirectamente a la reconciliación.
Es verdad que debemos establecer un diálogo con aquellas personas que luchan por conocer la verdad e imponer la justicia, pero no por eso debemos terminar detrás de una propuesta apadrinada por el oficialismo y que apunta en última instancia a perdonar a los responsables del terrorismo de estado, lavarle la cara a la institución militar genocida y a lo sumo condenar a algunos figurones para encerrarlos en cárceles vip y dar por concluido el tema y dar la vuelta de pagina ( como tantas veces lo han expresado) .
No podemos plantear que se marche con los reconciliadores, para que no haya reconciliación!!! Es imposible estar con dios y con el diablo, o se está por la reconciliación con los militares o se está claramente en contra. Su política lleva a un callejón sin salida a la lucha contra la impunidad, y en la practica termina avalando y legitimando a quienes son confesos reconciliadores
Con esta nota queremos dejar abierta una tribuna de debate y reflexión, esperamos aportes, sugerencias y también críticas constructivas.
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