jueves, 31 de marzo de 2011

Balance de los conflictos de AEBU y ADEOM

Por Karina Rojas y Hernán Yanes

Los conflictos sobre los que pretendemos realizar algunas reflexiones a modo de balance ocurrieron hacia fines del año 2010, año en que asume el ex guerrillero José Mujica en un segundo gobierno del Frente Amplio sucediendo en ese cargo a Tabaré Vázquez.
El segundo semestre del 2010 se vio signado por un conjunto de conflictos obreros que involucraron a muy diversos sectores, entre ellos la salud, los docentes, los trabajadores estatales, los del sector comercio, metalúrgicos, construcción, etc.
Sin embargo entendemos que fueron los conflictos de los trabajadores de la banca oficial y los municipales de Montevideo quienes expresaron el momento más alto de la conflictividad y por tanto, constituyeron valiosas experiencias de lucha para el movimiento obrero uruguayo.
Por eso es necesario analizar y sacar conclusiones sobre su desarrollo.

Esta serie de conflictos se dieron en un contexto de bonanza económica como consecuencia fundamentalmente de los altos precios internacionales de las materias primas que exporta nuestro país lo que le ha dado suculentas ganancias a los empresarios tanto extranjeros como nacionales. La burguesía viene teniendo muy buenos negocios, tanto la exportación como también a nivel de consumo interno en ramas como el comercio, las finanzas y los servicios.
A su vez estas luchas se produjeron en un clima de expectativas del pueblo, mayoritariamente votante del FA, quien esperaba que su segundo gobierno fuera más distributivo de la riqueza y cumpliera con lo que el anterior prometió y no cumplió: recuperación salarial, terminar con la pobreza y anular la Ley de Caducidad, entre otras cuestiones.
Pero también estos conflictos expresaron la resistencia a parte de los enunciados más difundidos por el propio Mujica en cuanto a profundizar la famosa Reforma del Estado, que avanza aún más en el achicamiento del Estado, permite despidos, propone mayor precarización laboral y privatización de servicios públicos (vía asociación con privados).
Este ataque es justificado a través de un discurso que ataca permanentemente a los empleados públicos, a quienes se los responsabiliza de los males del país y de la excesiva burocracia que se ha formado en torno a la administración pública, como si los y las trabajadoras fueran quienes inventaron el sistema terriblemente deficitario administrativo. Mientras Mujica condena a los municipales, por su parte defiende a capa y espada a los “inversores”, es decir las multinacionales y el sector empresarial local, a quienes se les promete mayores beneficios, exenciones impositivas y otras formas de subvenciones.
Fue en los conflictos de AEBU y ADEOM donde el gobierno frenteamplista quiso dar un escarmiento a los trabajadores a partir de la esencialidad del servicio dictada por Ana Olivera (del PC-FA) primero y luego por la decisión del ejecutivo nacional de sacar a las calles a los militares para que recojan la basura en claro boicot al derecho de huelga de los trabajadores y además amedrentándolos.
La dureza del gobierno hizo que estos conflictos adquirieran un matiz político mucho más marcado ya que enfrentaron más directamente los planes del gobierno nacional de Mujica y el departamental de Ana Olivera, ambos del Frente Amplio. Mientras los demás conflictos, también importantes, fueron básicamente sindicales y reivindicativos con énfasis en los reclamos económicos, los de AEBU y ADEOM adquirieron tintes claramente políticos ya que traspasaron las fronteras reivindicativas y frente al duro ataque del gobierno sumado a la decisión de los trabajadores de no detener la lucha, se postularon como un sector que enfrente las principales medidas gubernamentales, planteando la posibilidad de proponer una alternativa de clase, más allá que ésta no se haya desarrollado.
En el desarrollo de ambos conflictos las posiciones se fueron polarizando, lo que implicó un endurecimiento de las medidas tomadas y la prolongación en el tiempo, aunque durante los últimos días del año pasado el gobierno logró poner una pausa al clima general de conflictividad a partir del levantamiento provisorio de las medidas de lucha, a la vez que pudo cerrar con relativo éxito la mayoría de las negociaciones salariales (con aumentos totalmente efímeros e inciertas recomposiciones a dos o tres años). Con el cierre parcial de estas dos luchas emblemáticas, el gobierno logró frenar esta oleada de conflictividad que había tenido su pico en el Paro General del 7 de Octubre.
El haber puesto un freno al conflicto de ADEOM apelando a medidas represivas propias de gobiernos autoritarios (Pachecato) para intentar aleccionar a los trabajadores que luchan contra los planes de ajuste, constituyó un golpe no solo para los municipales sino un terrible antecedente para las futuras luchas de todo el movimiento sindical.
Además el gobierno logró unificar filas a su interior ya que venía de varias semanas de haber manifestado líneas diferentes, aunque todas garantizaban su permanencia en el poder. El gobierno terminó prestigiándose, en especial frente a los sectores más de derecha que reclamaban mano dura contra los reclamos. Recompuso su papel y capacidad de resolución de conflictos y terminó por demonizar a los municipales acusándolos de querer más que el resto de los trabajadores. El gobierno degradó la lucha por el salario digno tildándolos de “privilegiados”, cuando en realidad el problema no son los sueldos de los municipales sino los bajísimos salarios del resto de los trabajadores que en su mayoría están precarizados.
El gobierno utilizó un discurso donde ponía en contra a los municipales de la mayoría de los trabajadores, discurso que no pudo ser revertido durante el conflicto.

Es importante remarcar el rol jugado por la dirección del PIT-CNT en su responsabilidad frente a los conflictos en curso ya que sus diferentes alas alineadas todas con el gobierno, aunque diferenciándose en su accionar y capacidad discursiva, utilizaron toda su influencia para impedir que estas luchas utilizaran su trascendencia nacional para ubicarse como un polo alternativo a la propuesta del gobierno (que fue siempre dar menos de lo que pedían los trabajadores, ofertando por debajo de la inflación, proponiendo equiparamiento salarial de aquí a tres años y permitiendo así mantener la brecha intacta entre los magros salarios obreros y las abultadas ganancias capitalistas). La dirección burocrática del PIT-CNT evitó que estas luchas fueran un ejemplo para el resto de los explotados y dividió las fuerzas obreras frente al enemigo de clase.

En cuanto al rol jugado por la burocracia sindical, podemos destacar:
En primer lugar los sectores directamente alineados con el oficialismo que apoyaron sin titubeos las medidas del gobierno, están básicamente representados por Articulación.
Este sector de la burocracia ha trabajado directa y constantemente para el levantamiento de ambos conflictos, en especial en AEBU, donde dirigen el Sindicato, han tratado por todos los medios de acordar siempre a la baja y no respetar lo que los trabajadores decidían en asamblea. Ellos fueron los que terminaron firmando un acta con puntos mínimos, cuando todavía las fuerzas de la clase obrera estaban intactas (y se venía de largos días de impedir el clearing bancario, cuestión que puso de los pelos a la gran patronal exportadora que no podía cobrar sus cheques) y aún se podía conseguir el conjunto de todas las reivindicaciones, cortando ese proceso.
Por su parte, también vimos el rol de los sindicalistas que pertenecen al Partido Comunista, que luego de posiciones demagógicas y oportunistas con las que intentó mantener el prestigio frente a su base, terminaron apoyando sin titubeos las medidas represivas del gobierno ( decreto de esencialidad, militarización, etc.) mostrando nuevamente que este partido es sostenedor 100% de la política que lleva adelante el FA. Como dijeron los trabajadores de ADEOM, los dirigentes sindicales “se pasaron del lado del enemigo de clase” avalando una resolución que militarizaba el conflicto, que carnereaba la medida de lucha y que boicoteaba el derecho a la huelga, demostrando que su rol en el movimiento obrero es el de acallar los reclamos obreros en pos del sostenimiento del FA en el gobierno, que no es otra cosa que un gobierno de los capitalistas que asegura los grandes negocios a la burguesía y el imperialismo.

Pese a estas abiertas traiciones de la burocracia sindical, podemos señalar algunos resultados que nos parecieron positivos, y que son una rica experiencia de lucha.

En AEBU, la base logró imponer en la mayor parte del conflicto la continuidad de las medidas, votando a través de la democracia obrera en asambleas masivas la permanencia de las medidas de lucha que desafiaron al gobierno. Lograron votar en asamblea un repudio explícito a los sectores más conciliadores de la burocracia sindical. En este proceso la influencia de sectores de la “izquierda radical” que se expresaban a través de la Lista 810 fue importante, aunque no logró frenar la traición.

Ambas luchas tuvieron un contenido antiburocrático. En AEBU porque se combatía a pesar de la política de Articulación que dirige el Sindicato. En ADEOM también fue antiburocrática pero frente a la dirección del PIT-CNT que terminó poniéndose manifiestamente en contra de la lucha (con Castillo a la cabeza), llamando a volver al trabajo, avalando las medidas de esencialidad y callando sobre la militarización.

Por su parte, fue acertada la exigencia de ADEOM hacia la dirección del PIT-CNT de “Paro General” en solidaridad con la lucha de los municipales. Fue un intento de unificar las luchas de toda la clase obrera apuntando a reclamar un aumento generalizado de los magros salarios uruguayos. Una exigencia que, de haberse concretado, hubiese asestado un golpe importantísimo al gobierno del FA y a las patronales, marcando otra relación de fuerzas.

Ambos lograron mantenerse en el tiempo pese a la ofensiva tanto gubernamental como mediática y burguesa que presionaba constantemente para la vuelta a la actividad. En el caso de los municipales, apelando al argumento de la esencialidad en la recolección de la basura haciendo responsables a los trabajadores en lucha, cuando es un problema estructural de la administración del FA en particular en la ciudad de Montevideo. En relación a los trabajadores bancarios, extorsionando con las consecuencias de las medidas que ya habían ocasionado varios problemas a nivel comercial.

Otro aspecto positivo es que la resultante de ambas luchas fue que un sector de la base frenteamplista, en este caso entre los trabajadores que sostuvieron las luchas, se puso en contra de su propio gobierno, con medidas muchas veces radicalizadas y prolongadas, lo que los llevó a enfrentarse directamente con al FA.

Por supuesto que también los trabajadores y trabajadoras tenemos que aprender de nuestros errores y seguramente hayan cosas que mejorar. Así también quienes integran las agrupaciones combativas y antiburocráticas y tienen mayor responsabilidad tendrán que balancear todo lo actuado.
Por nuestra parte, solo apuntaremos la necesidad de delimitarse claramente de todas las corrientes que integran el Frente Amplio a nivel sindical ya que todas, por una vía u otra, terminaron debilitando las fuerzas de la clase obrera y jugando directamente para el gobierno. La necesidad de armar políticamente a los trabajadores y trabajadoras frente a una (segura) capitulación de la dirección burocrática. La importancia del frente único obrero y de “sacar el conflicto a la calle” para conseguir la solidaridad y apoyo de la comunidad, evitando el aislamiento que lleva muchas veces al retroceso de la lucha. A través de marchas, escraches, charlas informativas, peñas y otras tantas iniciativas puede conseguirse el acercamiento al ciudadano común que está siendo manipulado por el discurso del gobierno. La idea de denunciar claramente que los trabajadores no somos “privilegiados” por tener un salario sino que vivimos en una sociedad sumamente injusta donde muchos hacemos malabares para sobrevivir y nos quieren hacer creer que quienes están un poquito mejor son los culpables, escondiendo a los verdaderos culpables, los que se llevan toda la torta, los que nos explotan por dos mangos, los verdaderos beneficiados del crecimiento económico que vive el país. Y los gobiernos de turno, incluido el FA, son quienes garantizan que esta situación se mantenga a favor de los capitalistas.
Hay que concretar la coordinación con otros sectores en lucha para potenciar nuestras fuerzas y evitar el aislamiento. Está al alcance hacer reuniones, plenarios de coordinación, acciones de solidaridad, unificación de los reclamos, etc.
Por otro lado, hay que denunciar que no son los trabajadores municipales sino que es la propia IMM la que mantiene basurales endémicos y brinda un servicio de mala calidad en los barrios pobres y populares donde el saneamiento es malo o no hay, donde falta el alumbrado público y otros servicios de su órbita. Y que es urgente exigir al gobierno un plan de obras públicas en base a las necesidades de los ciudadanos (que son en su mayoría trabajadores) y no de los sectores acomodados de la ciudad, de los grupos inmobiliarios y de las constructoras amigas del gobierno. Este gobierno que se dice “popular” no hace otra cosa que priorizar a los barrios ricos, con inversiones millonarias en mantenimiento y arreglos mostrando también de esta manera para quién realmente gobierna. Por eso, para que se concrete el plan de obras públicas que la ciudad necesita, que incluya también resolver el dramático problema de la vivienda, debe estar bajo control de los trabajadores, para que las decisiones se tomen en conjunto entre trabajadores y usuarios.
Hay que aprovechar la situación abierta para denunciar las tercerizaciones de los privados pero que también tiene la Intendencia, favorecer la organización de los más precarios, los trabajadores pasantes, los de las ONGs, los eventuales, los zafrales, que, por su situación laboral, les es más dificultoso su organización gremial.
Por último, pensar en la posibilidad de que sectores combativos se propongan como un polo alternativo a la burocracia sindical, un sector de la clase obrera que diera una voz diferente al seguidismo de la burocracia al FA, y que a partir del prestigio ganado en la lucha tuvieran la autoridad de reorganizar a los sectores antiburocráticos y descontentos con las entregadas de los dirigentes.

Tanto en AEBU como ADEOM los trabajadores han dado muestras de combatividad y de enfrentamiento con el gobierno y con la burocracia sindical. Se trata ahora de ver cómo estos aspectos progresivos se desarrollan. Será importante plantear una política hacia el frente único de los sectores en lucha que permita desarrollar la democracia obrera para organizar a los trabajadores y coordinar sus luchas, expresión de una estrategia soviética, es decir una estrategia que promueva el debate al interior de organismos directos de los sectores en lucha, y que estos puedan confluir con otros sectores de la sociedad como los estudiantes y el pueblo pobre para plantear una salida de conjunto que no podrá dejar de cuestionar la riqueza capitalista.

La nueva situación en el 2011 y las tareas que nos esperan

La Intendenta “comunista” Ana Olivera se ha propuesto seguir atacando a los municipales tratando de hacer efectivas las suspensiones sin goce de sueldo de varios de los trabajadores que no acataron el cumplimiento de los servicios esenciales. Con esto no solo quiere dar un escarmiento a los trabajadores que salieron a luchar (en especial a los combativos recolectores de residuos) sino también a su dirección combativa1 y enviar un mensaje a la clase trabajadora que se disponga a defender sus conquistas y luchar por sus reivindicaciones.
A la vez el Frente Amplio se propone, como lo ha hecho el año pasado, enfrentar a los trabajadores y a la sociedad bajo el argumento de la esencialidad de los servicios haciéndolos responsables del deplorable servicio de recolección de residuos y desligándose de toda responsabilidad como gobierno de la Ciudad de Montevideo.
Por su parte, los trabajadores han discutido en asamblea la posibilidad de un paro con movilización si se llegaran a hacer efectivas las sanciones.
Será necesario nuevamente rodear de solidaridad el conflicto, sacarlo a la calle, tratar de ganarse la simpatía de la ciudadanía y coordinar con otros sectores en lucha.

Estas conclusiones son sumamente importantes a la hora de pensar en perspectiva, hacia el año que nos espera.
Esperamos contribuir a la reflexión colectiva de cara a un año donde el gobierno intentará mantener a raya el reclamo obrero.

Marzo 2011
1Recordemos que en un mes se realizarán las elecciones del sindicato y las distintas expresiones del Frente Amplio se han unificado para intentar barrer a la dirección combativa.

sábado, 26 de marzo de 2011

Declaración de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI) del 22/03/2011

Alto al bombardeo imperialista contra Libia. 

Por la caída revolucionaria de la dictadura de Kadafi

El 19 de marzo una coalición de potencias occidentales encabezada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, con el apoyo de los gobiernos proimperialistas de la Liga Árabe y la cobertura de la ONU, comenzó el ataque militar contra Libia anunciado en la resolución 1973 aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Una lluvia de bombas y misiles lanzados desde el aire y desde los barcos de guerra y submarinos estacionados en la costa mediterránea ya han caído sobre objetivos militares de Kadafi en las cercanías de Trípoli, Bengasi y otras ciudades, aunque aún se desconocen las víctimas civiles de estos bombardeos.
Esta intervención imperialista, llamada “Odisea al amanecer”, es presentada por Estados Unidos, Francia y sus aliados como una acción “humanitaria” con el supuesto objetivo de “proteger la vida de los civiles” libios. Como venimos denunciando, esta es una gran hipocresía: los mismos que hoy atacan a Kadafi y se proclaman abanderados de la “democracia”, eran los sostenes más firmes de los regímenes dictatoriales árabes, como el de Ben Ali y Mubarak, y siguen sosteniendo a sus agentes contra la movilización popular, como hace Obama con la monarquía de Bahrein y la de Arabia Saudita.
Con la intervención en Libia, las potencias imperialistas buscan impedir que una eventual caída de Kadafi pueda derivar en el surgimiento de un nuevo régimen que cuestione sus intereses. Más en general, intentan ganar legitimidad apareciendo del lado de los “rebeldes” para poder intervenir más directamente y poner un límite a la oleada de levantamientos populares que viene sacudiendo a los países del Norte de África y la península arábiga y poder asegurarse "transiciones" o desvíos. Este proceso, iniciado en Túnez, se sigue extendiendo, como muestra la renovada movilización popular en Marruecos en contra de la monarquía, un régimen aliado de España que, entre otras cosas, contribuye a contener las oleadas inmigratorias hacia la UE; o como el proceso en Yemen que ha dado un salto en el intento de derribar a Saleh, uno de los principales aliados de Estados Unidos en la “guerra contra el terrorismo”.
La operación militar “Odisea al amanecer” no está exenta de contradicciones y su resultado aún es incierto. Las potencias europeas se dividieron alrededor de la intervención en Libia. El gobierno de Sarkozy, por razones de política interna, para cambiar su imagen por haber sostenido al dictador tunecino Ben Ali y, de forma más importante, por sus intereses en el Mediterráneo, decidió reconocer de manera unilateral al Consejo Nacional de Transición y fue un ferviente impulsor de la intervención militar junto con Gran Bretaña, mientras que Alemania se opuso y se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU.
También se pusieron en evidencia las divisiones internas del gobierno norteamericano, expresión de la decadencia hegemónica de Estados Unidos. En cuestión de días, el presidente Obama cambió de posición y decidió impulsar la intervención a pesar de que los jefes del Pentágono se habían pronunciado explícitamente en contra de una nueva incursión militar en otro país musulmán, teniendo en cuenta que Estados Unidos aún está comprometido en Irak y Afganistán.
Este cambio de posición se explica por una combinación de factores que van desde no dejarle a Francia el protagonismo, hasta tratar de revertir la falta de influencia norteamericana en los nuevos procesos del mundo árabe, que quedó expuesta en el reciente viaje de Hillary Clinton a Egipto, donde no logró reunirse con los sectores juveniles que fueron parte del bloque policlasista que derribó a Mubarak.
La Liga Árabe, integrada por las dictaduras y monarquías proimperialistas contra las que se están levantando las masas, apoyó la resolución y le dio una importante cobertura a la acción militar evitando que los pueblos de la región la vean como otra intervención de Estados Unidos junto a otras potencias en defensa de sus intereses o en procura del petróleo. Pero ante la perspectiva de que los bombardeos terminen causando un alto número de muertos en la población civil, han comenzado a cuestionar moderadamente el alcance de los ataques de la coalición.
Lo mismo hacen Rusia y China que, si bien dejaron correr la intervención al no usar su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, no se privan de criticar los bombardeos.
Tampoco está claro cuáles son los objetivos políticos de la intervención y si los socios de la coalición imperialista que está dirigiendo la intervención los comparten. Esto abre distintos escenarios: uno es que el objetivo se limite a lograr, después de algunos días de bombardeos, que Kadafi negocie su rendición a cambio de inmunidad y establecer un gobierno de “unidad nacional” entre los “rebeldes” y los restos del aparato kadafista; otro escenario posible, aunque más traumático, es el de una división temporaria del país entre una zona controlada por los “rebeldes” en el Este y otra bajo control de Kadafi o sus seguidores en el Oeste. Pero tampoco se puede descartar que un objetivo de “cambio de régimen” por la vía militar, si no se obtiene fácilmente, implique una escalada de la intervención imperialista, incluso con tropas terrestres, abriendo la posibilidad de una guerra de contrainsurgencia como la de Irak o Afganistán, pero en este caso frente a las costas europeas.
Estas contradicciones emergieron a la luz pública a pocos días de iniciado el ataque, con una discusión sobre quién debería seguir liderando la operación, en la que se enfrentan por un lado Estados Unidos y Gran Bretaña, partidarios de que el comando de la operación recaiga sobre la OTAN, y por el otro Francia, que ha presentado reservas.
La dirección “rebelde” del Consejo Nacional de Transición libio, ante la superioridad militar de Kadafi, en lugar de apelar a la solidaridad activa de los trabajadores, los jóvenes y los sectores populares que, desde Túnez hasta Yemen y desde Senegal a Marruecos, están mostrando su heroísmo para enfrentar a sus gobiernos reaccionarios, viene solicitando desde hace semanas la intervención imperialista para frenar a Kadafi, creando ilusiones en los miles que se han levantado en Bengasi y otras ciudades de que el imperialismo puede actuar a favor de los intereses de las masas populares. Peor aún, el CNT, integrado mayormente por ex funcionarios kadafistas, sectores medios acomodados y burgueses opositores, le ha dado garantías a las distintas potencias de que respetaría los negocios petroleros y las inversiones imperialistas en el país. A su vez, no ha tenido la menor política hacia los cientos de miles de obreros inmigrantes que trabajan en Libia, que son la mayoría de la población laboriosa y que han sido dejados a su suerte por uno y otro bando.
La izquierda reformista, entre ellos los Partidos Verdes de varios países europeos, el Partido Socialista y el Partido de Izquierda en Francia, entre otros, viene usando el argumento socialdemócrata de que la intervención militar de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y sus aliados permitirá al pueblo libio obtener conquistas democráticas, para justificar su capitulación escandalosa a la intervención militar imperialista, como ya lo hicieron con argumentos “humanitarios” en la guerra de la ex Yugoslavia o en el Kosovo.
Los marxistas revolucionarios planteamos claramente que el imperialismo no interviene para que triunfe el levantamiento popular contra Kadafi, sino para tratar de imponer un gobierno títere al servicio de sus intereses, como hizo tras la invasión en Afganistán e Irak. Tampoco la salida es, como ha planteado Chávez y otros “progresistas”, subordinarse a Kadafi que no solo se ha transformado en un dictador proimperialista, sino que está embarcado en una guerra contrarrevolucionaria para aplastar el levantamiento popular que ha puesto en cuestión su dominio, como parte de los levantamientos en la región. La única salida progresiva para el pueblo libio es luchar enérgicamente tanto contra la intervención imperialista como por derrocar a la reaccionaria dictadura de Kadafi. En esta lucha los aliados del pueblo libio son los trabajadores y los sectores populares que se han levantado en el Norte de África y en los países árabes contra los regímenes dictatoriales y las monarquías proimperialistas; los trabajadores, los jóvenes y los millones de inmigrantes que en los países imperialistas pueden boicotear la política guerrerista de Sarkozy, Zapatero y compañía; y el conjunto de los explotados de todo el mundo.
Llamamos a las organizaciones obreras, estudiantiles y populares, organismos de derechos humanos y partidos de izquierda, a organizar acciones y movilizaciones para repudiar la agresión militar imperialista y en solidaridad con la lucha del pueblo libio.
Abajo la intervención militar imperialista en Libia
Abajo Kadafi. Por un gobierno obrero y popular

Fracción Trotskista - Cuarta Internacional

miércoles, 2 de marzo de 2011

A modo de Editorial (Revista Estrategia Internacional Nº 27)

Una nueva “primavera de los pueblos”

por : Claudia Cinatti

Jueves 24 de febrero de 2011


El año 2011 comenzó con una oleada de levantamientos y movilizaciones obreras y populares. Si bien el epicentro de la intervención del movimiento de masas está en el mundo árabe y musulmán, donde están en curso distintos procesos revolucionarios, empieza a tener repercusiones en otras regiones del planeta, aunque aún se exprese en acciones con menor grado de profundidad y radicalización. Con el antecedente de la huelga general en Guadalupe en 2009, las movilizaciones y huelgas en Grecia en 2010 y la resistencia de los trabajadores y los jóvenes secundarios en Francia contra la reforma del sistema de pensiones de Sarkozy, esta oleada de luchas parece estar anunciando el inicio de un nuevo ciclo ascendente de la lucha de clases, con el trasfondo de la crisis económica internacional que ya lleva tres años.

El torbellino de la acción de masas en el mundo árabe y musulmán
Un repaso por los principales acontecimientos muestra el curso vertiginoso que ha tomado la entrada en escena de las masas en el mundo árabe.
Tunez, 17 de diciembre de 2010. Un joven con título universitario pero que se ganaba la vida con un puesto de venta ambulante, decidió inmolarse en protesta por la situación de miseria a la que el gobierno dictatorial de Ben Ali lo condenaba, al igual que a la gran mayoría de los jóvenes, trabajadores y desocupados. Este hecho trágico disparó un imponente levantamiento obrero y popular que el 14 de enero de 2011 derribó a Ben Ali que había permanecido en el poder durante 23 años, con el sostén de Francia, antigua potencia colonial y principal socio comercial, y el apoyo de Estados Unidos que valoraba sus servicios en la “guerra contra el terrorismo”. La caída de Ben Ali no terminó de calmar las aguas: el domingo 20 de febrero miles de tunecinos volvieron a movilizarse reclamando la caída del “gobierno de transición” encabezado por Mohammed Ganouchi y exigieron el llamado a una asamblea constituyente. El proceso tunecino desató una oleada revolucionaria que se extendió como un reguero de pólvora por el Norte de África, la península árabiga y el mundo musulmán. Las calles de Yemen, Jordania, Bahrein, Marruecos, Argelia, se llenan de jóvenes, trabajadores, mujeres, pobres de las ciudades, desocupados, que piden el fin de los regímenes despóticos –dictadores o monarcas- que son los que durante décadas han mantenido con puño de hierro las condiciones de opresión más brutales que permitieron imponer privatizaciones, ajustes y precarización laboral, para beneficio de las elites locales y las grandes transnacionales imperialistas.
Egipto, 25 de enero de 2011. Millones de personas, la gran mayoría jóvenes, sin empleo o con salarios de hambre, toman las calles de El Cairo, Alejandría y otras ciudades del país exigiendo la renuncia de Hosni Mubarak, uno de los principales aliados de Estados Unidos e Israel, en el poder desde 1981. El dictador resiste. Los manifestantes permanecen en la plaza Tahir. El ejército se preserva sin reprimir y mientras tanto negocia con Mubarak y el gobierno de Obama cómo organizar la salida de la dictadura sin darle a las masas un triunfo. Mientras las marchas se suceden y el ejército se preserva no reprimiendo las protestas, Mubarak intenta sostenerse en el poder ante la presión de las masas. Hasta que una imponente oleada de huelgas que paraliza los principales sectores de la economía, termina precipitando la caída de Mubarak el 11 de febrero. El ejército, que era pieza central del régimen y ha quedado intacto como principal sostén del estado, se hace cargo del gobierno. Sectores importantes de las clases medias parecen conformarse con las promesas de libertades democráticas dadas por la junta militar de gobierno, pero los trabajadores, alentados por la victoria conseguida, extienden las huelgas desafiando la prohibición de hacer huelgas y reuniones sindicales que intenta imponer el gobierno militar. Consiguieron que se vaya el dictador y ahora quieren salarios, mejores condiciones de vida, libertad sindical y exigen que se vayan los directores de las empresas nombrados por Mubarak. El pronóstico todavía es abierto: existe una posibilidad de que el ejército, apoyado por el imperialismo, la burguesía local y sus variantes políticas, logre sortear con éxito la “transición” y estabilizar una salida de “reacción democrática”, pero también existe la posibilidad que la dinámica de enfrentamiento con la clase obrera atraiga nuevamente a la lucha a amplios sectores de masas. O que la junta, que ha tomado en sus manos la redacción de una nueva constitución sin participación popular alguna, ceda finalmente muy poco y empuje también por esa vía de nuevo a las masas a las calles.
Yemen, 28 de enero. Decenas de miles de personas en Sanaa, la capital del país, y otras ciudades, exigen la renuncia de Ali Abdullah Sale, en el poder desde hace 33 años. Esa es la primera de una serie de movilizaciones que continuaron a pesar de la dura represión del régimen. Los motores de la lucha contra la dictadura yemení son profundos. Sale asumió el gobierno del entonces Yemen del Norte en 1978 y, en 1990, siguió en la presidencia de la República de Yemen, tras la reunificación capitalista del país en 1990. Este aliado norteamericano y de la monarquía saudita viene llevando adelante desde hace años una guerra sucia contra la población shiita del norte y contra un movimiento separatista en el sur. Preside el país más pobre del mundo árabe, en el que casi la mitad de la población vive en la miseria y la desocupación alcanza al 35% de la población. Sin embargo este pequeño país tiene una importancia estratégica para Estados Unidos que desarrolla acciones militares encubiertas en su territorio persiguiendo supuestamente a combatientes de Al Qaeda e intenta organizar un recambio gubernamental con líderes opositores afines a sus intereses.
Libia, 15 de febrero. La represión contra una movilización antigubernamental en la ciudad de Bengasi, al este del país, desató un levantamiento insurreccional local contra el régimen de Kadafi. Las fuerzas de seguridad se pasaron del lado de los manifestantes que no sólo se hicieron de las armas sino también del control de la ciudad. Pero cuando las movilizaciones llegaron a Trípoli, la capital y sede del poder de Kadafi, la respuesta fue brutal. Aviones bombardearon barrios y dispararon sobre manifestantes. En solo un par de días la represión ya ha dejado centenares, si no miles, de muertos y desaparecidos. Kadafi, un coronel pretendidamente “tercermundista” devenido neoliberal, amigo de Bush, Blair y Berlusconi, que se ha mantenido en el gobierno desde 1969 usufructuando para él y su clan familiar gran parte de la cuantiosa renta petrolera, ha decidido resistir en el poder a fuerza de balas. Indudablemente, por el grado de violencia de la represión del régimen y por la radicalidad del levantamiento, es el proceso más agudo con fuertes elementos de descomposición estatal, lo que abre la perspectiva de una guerra civil con resultado incierto, o incluso una situación de caos con enfrentamientos inter-tribales, en un país que es el doceavo exportador mundial de petróleo. Las potencias imperialistas, que en la última década hicieron buenos negocios con Kadafi, pasaron a oponerse al dictador -a diferencia de Italia con fuertes intereses cruzados en su antigua colonia- esperando que quizás su caída abra otras oportunidades para sus intereses, siempre y cuando se evite el escenario de desintegración y caos, aunque tampoco se puede descartar que de darse esta perspectiva, se utilice como excusa para desplegar alguna fuerza vinculada a la OTAN. Por su parte, los militares egipcios, que deben gerenciar su propia “transición” ven con preocupación que la fractura del ejército libio lleve a una situación descontrolada en el norte de África. Por eso, seguirían apoyando a Kadafi. El levantamiento en Libia ha dejado al desnudo a los gobiernos que se han alineado en la defensa del dictador como hizo Daniel Ortega, o hasta el momento se han callado ante la masacre como en el caso de Chávez. Incluso Fidel Castro justificó el accionar de Kadafi en nombre de una supuesta “resistencia al imperialismo”.
Bahrein, 16 de febrero. Las fuerzas de seguridad abren fuego contra una movilización que, inspirándose en Túnez y Egipto pedía mejores condiciones de vida, cobrándose la vida de dos manifestantes. Este pequeño país, con un 70% de la población shiita y un 30% sunita, está gobernado desde fines del siglo XVIII por una dinastía monárquica sunita ligada a Arabia Saudita. El motor de la rebelión es la marginación de la mayoría shiita –que compone el grueso de la clase obrera del país- de las estructuras del poder político. Aunque su peso demográfico y político es menor, la crisis en Bahrein puede tener consecuencias impredecibles para el imperialismo y la monarquía de Arabia Saudita. Bahrein es la sede del cuartel general de la quinta flota de marines norteamericanos, indispensable para la operación de las fuerzas de ocupación en Irak. Además, puede ser una fuente de inspiración para la población shiita de Arabia Saudita, concentrada en las provincias petroleras del este. En apenas semanas, esta intervención explosiva del movimiento de masas del norte de África y la península arábiga, motorizada por las consecuencias de la crisis económica –en particular la suba de los precios de los alimentos- y el odio a los regímenes dictatoriales y proimperialistas, parece haber alentado la resistencia más allá de las fronteras de esta región.
 

Las movilizaciones empiezan a extenderse a otras regiones del globo
En Oaxaca, México, asomó nuevamente el fantasma de la Comuna de 2006. Los maestros volvieron a tomar las calles en protesta por una medida del presidente Calderón que favorece a la educación privada. El 15 de febrero, junto con otros sectores populares, se enfrentaron durante siete horas con las fuerzas policiales y de seguridad, al día siguiente realizaron un paro de actividades y una movilización masiva para repudiar la represión y exigir la renuncia de funcionarios públicos.
En Bolivia, los trabajadores y sectores populares participaron de forma masiva en la jornada de protesta centralizada convocada por la Central Obrera Boliviana el 18 de febrero, contra los efectos inflacionarios del fallido intento de “gasolinazo” de Evo Morales y por el aumento de salarios. Aunque el rol de la COB es el de canalizar para descomprimir la lucha, es una confirmación de que el descontento por las medidas antipopulares del gobierno del MAS tiende a expresarse activamente con la movilización.
Incluso en Estados Unidos, donde lo que venía primando en la escena política es la emergencia de la extrema derecha agrupada en el Tea Party, la ofensiva del gobernador republicano de Wisconsin, Scott Walker, que pretende liquidar el rol de los sindicatos de empleados públicos en las negociaciones colectivas, provocó una importante respuesta de los trabajadores del sector público y los docentes, que se movilizaron por decenas de miles junto con los estudiantes, y acciones de solidaridad en varios estados el 23 de febrero. Aunque la dirección de los sindicatos y el partido demócrata juegan un rol en mantener controlado el movimiento, este es un síntoma importante que quizás preanuncie el despertar de la clase obrera norteamericana, muy golpeada por la crisis económica y que viene sufriendo un fuerte retroceso desde la década de 1980.
Mientras estamos escribiendo estas líneas, los trabajadores y la juventud en Grecia han vuelto a la lucha contra los planes de ajuste impuestos por la Unión Europea y el FMI, enfrentándose duramente con la policía antimotines en las calles de Atenas.
Son acciones prácticamente simultáneas de la lucha de clases como no se daban desde hace mucho tiempo. Estos acontecimientos ya están reactuando sobre la economía. El proceso en el mundo árabe y musulmán está llevando al aumento en los precios del petróleo y otras materias primas como el trigo. El destino de Libia, un importante abastecedor de petróleo a varias potencias de la Unión Europea, profundiza el temor de los mercados internacionales de que una disparada descontrolada del precio del crudo desencadene nuevas derivaciones de la crisis económica internacional. Además, por la importancia de la región para los intereses geopolíticos de Estados Unidos, la pérdida de aliados fundamentales como Mubarak, puede profundizar la crisis hegemónica del imperialismo.
 

En los inicios de un nuevo período
Después de 30 años de restauración burguesa, estamos asistiendo a las primeras etapas de un nuevo período histórico en el que las masas están retornando a la escena, aunque con contornos y alcances todavía indefinidos.
Las analogías históricas, aunque imperfectas por definición, son de gran utilidad para analizar los procesos nuevos. En ese sentido, hemos usado la analogía con la restauración borbónica para comprender el significado profundo de la contrarrevolución neoliberal. Aunque ningún proceso histórico se repite, la actual oleada puede ser comparada con la llamada “primavera de los pueblos”. Históricamente, se conoció como “Primavera de los pueblos” a la oleada revolucionaria que comenzó en Francia en febrero de 1848 y rápidamente se extendió a Prusia y numerosas regiones de Alemania, al Imperio Austríaco, a Hungría que estaba bajo su control, Polonia, Italia y otros pueblos de Europa central, en el marco de la crisis económica que había estallado en 1846. Esta oleada desigual empezó a ser contenida con la salida de la crisis de la economía, a mediados de 1850 y se cerró con el fin del proceso en Alemania ese mismo año y el autogolpe de Luis Napoleón Bonaparte en Francia el 2 de diciembre de 1851.
El límite de esta analogía histórica es que a diferencia del siglo XIX, esta nueva “primavera de los pueblos” ocurre en la época imperialista, de crisis guerras y revoluciones. Tampoco estamos en el momento en el cual el proletariado moderno hizo su primera gran irrupción revolucionaria (como fue la insurrección de junio de 1848 en Francia) sino con una clase obrera que ha pasado por la experiencia de revolución y contrarrevolución del siglo XX.
Sin embargo, preferimos la analogía con ese período, que expresó el fin del período de restauración europea abierto con la caída de Napoleón en 1815, que el del ascenso iniciado en 1968, ya que este contó desde un inicio con mayor centralidad proletaria y las masas no venían de un largo período de retroceso. El proceso actual carga sobre sus hombros las consecuencias de las tres décadas de restauración burguesa y esto no puede dejar de tenerse en cuenta para saber que este ciclo de la lucha de clases que se está abriendo será sin dudas tortuoso pero a la vez difícil de contener, ya que se da en el marco de la crisis capitalista mundial. En el ’68, donde también los jóvenes fueron protagonistas aunque con la presencia de una importante vanguardia radicalizada que se venía fogueando en la lucha contra la guerra de Vietnam en varios países, todavía continuaba el boom de la posguerra (la crisis se desataría con fuerza recién en 1973) mientras que hoy aunque los capitalistas lograron evitar la depresión a costa del monumental endeudamiento de los estados, la crisis en curso es más profunda que aquella que se dio a mitad de los ‘70.
 

La lucha por construir una dirección revolucionaria
Las potencias imperialistas primero se vieron sorprendidas por los acontecimientos que golpearon a sus aliados y agentes más relevantes como Ben Ali para Francia o Mubarak para Estados Unidos. La hipocresía imperialista quedó claramente expuesta, desacreditando aún más el discurso sobre la defensa de los “derechos humanos”. Durante más de treinta años, Estados Unidos, Francia, Italia, Gran Bretaña, entre otros han sostenido regímenes dictatoriales brutales, desde Mubarak hasta la monarquía saudita.
Pasado el desconcierto inicial, la política de Obama y de los países imperialistas de la Unión Europea es tratar de preservar lo más posible de los regímenes cuestionados por las masas mientras se presentan discursivamente como del lado de los manifestantes para tratar de imponer “transiciones pactadas” de recambio, buscando que no se alteren en lo esencial sus posiciones geopolíticas y sus negocios. En lo que hace a Egipto esto implica, en primer lugar, que se mantengan los acuerdos con el Estado de Israel y la subordinación política a las necesidades yanquis. De ahí que en las próximas semanas y meses en el mundo árabe musulmán se defina si vamos a procesos donde los trabajadores y las masas explotadas logren imponer sus demandas y liberarse de la dominación imperialista y de sus socios locales, o si estos lograrán contener el descontento popular y que la caída de los regímenes dictatoriales solo dé paso a regímenes con formas más o menos democrático burguesas pero que no cuestionen lo central del orden imperialista, tal como ocurrió durante la década de 1980 en América latina, aunque a diferencia de Latinoamérica, no se viene en esta región de derrotas históricas como fueron los golpes contrarrevolucionarios que terminaron con el ascenso de la década de 1970.
El elemento que juega en contra de esta perspectiva es que estamos en un contexto de crisis capitalista mundial que dificulta hacer concesiones sustantivas que logren desactivar los reclamos obreros y populares. Además, el carácter autocrático de la mayoría de los regímenes hace que las mediaciones políticas favorables al imperialismo sean todavía muy débiles.
Desde el ángulo del movimiento obrero, la principal debilidad es, como señalamos, la baja subjetividad revolucionaria con la que entra a este proceso luego de tres décadas de restauración burguesa. Las masas, en particular sus sectores avanzados, salen a la lucha pero sin una estrategia clara para derrotar el poder de la burguesía en vistas de imponer su propio estado, lo que impide llevar la lucha hasta el final. Tampoco por el momento parece haberse expresado una clara conciencia antiimperialista, aunque los regímenes y gobiernos contra los que se han desatado los levantamientos son abiertamente proimperialistas y las masas en el pasado expresaron su bronca contra estos por su apoyo a la guerra contra Irak o su rol cómplice frente a los ataques sionistas a Palestina. Sobre esa debilidad el imperialismo y las clases dominantes locales, buscan contener los procesos en sus primeras etapas y desviarlos.
Todo dependerá de que en el curso de este período la nueva vanguardia obrera y juvenil logre poner en pie verdaderas organizaciones revolucionarias que permitan llevar a los trabajadores, campesinos pobres y al conjunto de los explotados al poder.
En la región que hoy es epicentro de los levantamientos, aunque el movimiento obrero y popular tiene una importante tradición de lucha antiimperialista, las fuerzas marxistas revolucionarias han sido históricamente débiles, con la excepción parcial de Argelia. Sin embargo, los hechos que allí están sucediendo indudablemente tienen y tendrán repercusiones entre los trabajadores, los jóvenes y los sectores populares de todo el mundo. La vuelta a la escena de la acción independiente de las masas favorece la construcción de partidos obreros revolucionarios, particularmente en países donde la lucha de clases no solo tiene tradición, sino que mantuvo importantes niveles a lo largo de estos años, junto con una fuerte presencia y tradición trotskista como Francia, donde nuestros compañeros impulsan el Colectivo por una Tendencia Revolucionaria (Plataforma 4) en el seno del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y en Argentina, donde el PTS viene dando pasos importantes en la organización de la vanguardia obrera y juvenil. Los acontecimientos que estamos viviendo no hacen más que reforzar nuestras energías en la lucha por poner en pie partidos revolucionarios arraigados en la clase obrera y por reconstruir la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Social.


23 de febrero de 2011

Libia

Los ex aliados imperialistas de Kadafi   preparan la intervención

por : Celeste Murillo
Miércoles 2 de marzo de 2011


El Consejo de Derechos Humanos de la ONU resolvió hoy 1/3/2011 suspender a Libia por la represión emprendida por el régimen de Muammar Kadafi. Esta resolución llegó después de pedidos de Estados Unidos, como el realizado directamente por Obama al secretario general de la ONU Ban Ki-moon de crear una zona de exclusión de aérea o mediante el pedido de la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, que llamó a la “comunidad internacional” a actuar frente a la situación en Libia.
Hillary Clinton denunció –con un cinismo increíble- que había que presionar por la caída de Kadafi porque “Han empleado armamento pesado contra civiles. Se ha lanzado a mercenarios y matones contra los manifestantes” (dice la secretaria de Estado del país que asesinó miles de personas -no se conoce el número- en Irak y que bombardea aldeas en la frontera en Afganistán y Pakistán. Incluso existen denuncias de uso de fósforo blanco contra la población). Por supuesto, sin contar que el régimen de Kadafi viene apoyando desde 2003 la “guerra contra el terrorismo” del imperialismo norteamericano.
Estados Unidos está impulsando, junto a Gran Bretaña, la creación de la zona de exclusión aérea y ha movilizado dos buques a las costas de Libia. Sin embargo, aunque está presionando por una política activa sobre Libia, la realidad es que Estados Unidos no tiene la legitimidad política necesaria para intervenir militarmente –incluso en nombre de los opositores a Kadafi-. Los propios británicos se preguntan si sería una buena empresa repetir la alianza sin condiciones que los llevó a Irak y Afganistán bajo el comando de EEUU: “es un camino complicado que los gobiernos en Washington y Whitehall deberán pensar muy seriamente antes de embarcarse en él” (http://www.bbc.co.uk/news/mobile/wo...). Por su parte, Francia mediante su ministro de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, dijo que “se pueden estudiar diferentes opciones” (antes de la intervención militar) y aclaró que no apoyarán ninguna operación militar sin mandato de la ONU (algo que por el momento parece difícil teniendo en cuenta que Rusia adelantó que vetaría la creación de una zona de exclusión aérea en el Consejo de Seguridad). Es que la creación de una zona de exclusión aérea tiene como premisa la destrucción de la defensa antiaérea, como lo reconoció el Gral. James Mattis (comando de EEUU en la región), lo que implica una acción militar en el país. Y no puede descartarse que, producto de una intervención militar directa de EEUU, se avive el sentimiento antinorteamericano (aun cuando se encuentra relativamente ausente de las consignas de las movilizaciones) que surge de forma incipiente frente a estas amenazas como se vio en la propia Bengazi, uno de los centros de la oposición Libia.
El sábado 26/2 el Consejo de Seguridad votó un paquete de sanciones, que incluye el embargo de armas, la prohibición de salir del país para Kadafi y el congelamiento de los activos de la familia. Las medidas ya fueron aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea ya se ha comprometido a hacerlo también.
Antes de la votación en el Consejo de Derechos Humanos, el gobierno norteamericano ya venía actuando para motorizar algún tipo de intervención, con el apoyo de la ONU y en nombre de poner fin a la represión de Kadafi. El secretario de Defensa, Robert Gates, anunció la llegada de dos buques anfibios con aproximadamente 500 marines.
Por si faltaran pruebas de los intereses que se juegan para Estados Unidos en la región –y no la defensa de la democracia y los derechos humanos- bastan las palabras de Clinton para aclarar: “Toda la región está cambiando y una respuesta fuerte y estratégica estadounidense será esencial”.
Las masas que se han levantado contra Kadafi no pueden esperar nada bueno de la intervención del imperialismo que, como bien saben los pueblos del mundo árabe, han apoyado y aun apoyan a las dictaduras y monarquías del Norte de África y Medio Oriente. Al contrario, solo la unidad con los pueblos de la región (que apoya de forma solidaria con movilizaciones e envío de alimentos), fortalecerá la lucha del pueblo libio por terminar con el régimen de Kadafi.