Desde nuestro grupo hemos venido expresando en más de una
oportunidad nuestra opinión acerca de la ley que legaliza la venta,
distribución y producción de marihuana sancionada recientemente en el Uruguay a
instancias del Frente Amplio.[1]
Hoy nos parece importante retomar el tema dado los distintos
pronunciamientos habidos desde distintos sectores de la izquierda (como la
Juventud del 26 de Marzo), pero en especial por el artículo publicado en Prensa Obrera Nº 1301 de Argentina del
30 de enero de
2014 por Lucía Siola y Nicolás Marrero, ambos militantes del grupo
La Clase y simpatizantes de la corriente internacional impulsada por el PO, la
CRCI.
Pretendemos aquí
polemizar con planteos allí expresados.
Acordamos con lo expresado por sus autores sobre que la
legalización se da en un contexto de una mayor represión y control hacia los jóvenes, en especial de los sectores
pobres (mega-operativos, criminalización de la pobreza, de la juventud y
también de la protesta social, gatillo
fácil contra los jóvenes “con gorrita”, la situación de los presos en
condiciones infrahumanas, etc.). Esta
medida, para nosotros progresiva, es parte de un conjunto de acciones que el FA
viene llevando delante de control social y represión como forma de enfrentar
las terribles consecuencias sociales y económicas que acarrean el capitalismo, de las que el Frente
Amplio es continuador.
Como ellos plantean esta ley no terminará con el
narcotráfico ya que ello significaría atacar a poderosos grupos económicos que
actúan nacional e internacionalmente en conjunción con políticos y fuerzas represivas;
cuestión que el FA nunca hará.
Así también
coincidimos con que con esta medida el gobierno intenta prestigiarse y de paso
hacer negocios con la marihuana en sintonía con la propuesta de Soros, Monsanto
y distintas multinacionales. Sabido es que la legalización de la producción y
cultivo son oportunidades de grandes negocios en momentos de crisis económica
mundial y el gobierno uruguayo pretende con esta medida aprovechar esta
situación internacional
La clase política uruguaya, desde José Batlle y Ordoñez a
esta parte, ha intentado posar de avanzada y progresista apelando a medidas que
aunque justas (divorcio, voto de la mujer, aborto, matrimonio igualitario,
etc.) tienen el objetivo de ganarse a las clases medias y esconder la
desigualdad de clase, recreando la ilusión de una supuesta igualdad social a
partir de un excepcional sistema democrático (la Suiza de América). Este mito,
repetido hasta el cansancio incluso por el Frente Amplio, oculta su sumisión al
imperialismo y sus socios locales.
Sin embargo, no podemos menos que alarmarnos por los
conceptos vertidos por los compañeros, y que se encuentran en sintonía con las
posiciones de su corriente internacional,
el Partido Obrero y la CRCI. Una
corriente que se reivindica trotskista debería al menos preocuparse si sus
posiciones sobre las libertades y derechos democráticos coinciden con las
funestas posiciones tradicionales del estalinismo
(y del maoísmo, castrismo y grupos
populistas). Sin ir más lejos, la juventud del 26 de Marzo (integrante de
Asamblea Popular) tiene posiciones muy parecidas; las que a su vez coindicen
con la postura de la Iglesia o la derecha tradicional expresada por el diario
El País o El Observador. [2]
Los compañeros del La Clase expresan:
“…la legalización de
la marihuana es una herramienta para embrutecer a la juventud y a la clase
obrera uruguaya”… La “liberalización” de la marihuana busca servir a la
contención política de la juventud explotada mediante el embrutecimiento
social…. opera como un mecanismo para reforzar la opresión capitalista sobre
los explotados..”
Aún asumiendo que esto fuera así, parece que los compañeros
no encuentran más solución que la prohibición. Se acercan así peligrosamente al
autoritarismo del Estado (o cualquier otra autoridad) que se arroga el derecho de
meterse en los actos privados, a manejar nuestros cuerpos, nuestros gustos y
nuestra vida y decidir sobre nuestro uso del tiempo libre o la recreación.
Ese análisis no es marxista sino pura ideología reaccionaria
que toma lo construido social y culturalmente como algo dado y natural; como
perteneciente de manera inmanente al orden “eterno” de las cosas. La
prohibición de la marihuana tiene menos de 100 años mientras que hay registros de que se consume
desde hace miles de años de manera recreativa o como parte de rituales. Con
esta lógica parece que se debería prohibir también por ejemplo el consumo de
alcohol, pero siendo consecuentes también se debería prohibir internet, mirar
televisión, ir a un baile, jugar a un video juego, etc. todas cosas también
pasibles de ser consideradas “alienantes” o embrutecedoras.
Para los autores de la nota de Prensa Obrera “consumir drogas no responde a la decisión
libre individual sino a las condiciones impuestas (por el capitalismo)”;
pero para los marxistas revolucionarios este condicionamiento (que es extensible casi a cualquier acción
humana que se da en el marco del capitalismo) no debe llevar a promover el recorte
de las libertades individuales y a avalar la acción represiva y policiaca
(porque los compañeros parecen “olvidar” que eso es lo que trae la
prohibición), sino que por el contrario debe ser un argumento para luchar por
ampliar las libertades personales de manera inseparable de la lucha contra la
opresión económica social y cultural del capitalismo.
Los compañeros livianamente dicen que el consumo en Uruguay
es legal desde hace años, y de esta manera se desentienden (y desprecian) las
“dificultades” que un joven debe sortear para conseguir unos porros si tiene
ganas de divertirse un rato, de que este simple hecho lo deja en la
“ilegalidad” y por lo tanto más vulnerable al accionar de las fuerzas
represivas y el autoritarismo estatal (¿ o se olvidan que es la propia policía
la que en ocasiones le “planta” la droga para criminalizar o para ser tratado
de delincuente?, máxime cuando además de joven se es pobre).
No desconocemos la existencia de consumos problemáticos o
adicciones, de los que los sectores pobres son de las principales víctimas (y
por ello también es necesario exigir programas de salud adecuados y gratuitos),
pero no se puede igualar estas situaciones con el consumo recreativo, sino nos
estamos haciendo eco de posiciones retrógradas impulsadas por los sectores más
conservadores.
Sin desconocer entonces las grandes limitaciones de la ley
ya planteadas, entendemos que es progresiva. La oposición a ella, desde
posiciones cercanas a la derecha tradicional, constituye a nuestro juicio un grave
error basado en argumentos prejuiciosos que menosprecian
la lucha de muchos jóvenes por ampliar las libertades individuales, horizonte
por el que peleamos los marxistas revolucionarios.
Llamamos a los
compañeros, con quienes compartimos distintos espacios de lucha en Montevideo,
a que reflexionen sobre esta peligrosa postura
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