Autor: Hernán Yanes
publicada en la página de la Fracción Trotskista Cuarta Internacional (FT-CI)
El pasado 10 de diciembre, y luego de largas negociaciones, el
Parlamento uruguayo legalizó la venta, distribución y producción de marihuana
(canabbis)
La norma contó con el apoyo de todo el FA
(para lo cual hubo que consensuar algunos aspectos con sectores internos
renuentes a la aprobación) y la oposición de los partidos tradicionales (blanco
y colorado) e Independiente (aunque algunos de ellos votaron por separado
algunas partes de la misma).
Entre sus aspectos centrales la ley aprobada
establece que el Estado será quien asuma
el control y la regulación de las actividades de importación, producción,
adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución de la marihuana,
que su venta se realizará en farmacias y que se abrirá un registro de
consumidores como requisito para poder comprar.
La ley también autoriza el autocultivo
personal (hasta 6 plantas y un máximo de 480 gramos por cosecha al año) y el
cultivo en clubes con membrecía (con mínimo de 15 socios y un máximo de 45, y
un número de plantas proporcional con un máximo de 99).
La ley constituye un avance importante,
producto de décadas de lucha de distintos colectivos por la legalización de la
marihuana, pero es también una medida que impulsa el gobierno del FA para represtigiarse
y posicionarse como un defensor de las
libertades democráticas. Mientras se despenaliza el aborto, se habilita el
matrimonio igualitario y se legaliza la marihuana el gobierno avanza en una
política represiva de criminalización de la juventud y de los sectores pobres a
través de razzias y megaoperativos. La ley de faltas promulgada
hace pocos meses habilita a la policía a impedir que se pueda comprar alcohol
después de la medianoche o tomar en la vía pública. Los recientes casos de
gatillo fácil en el barrio Santa
Catalina, el hacinamiento en condiciones inhumanas en las cárceles son algunas
de las muestras de la política que impulsa el FA.
Por otra parte no debemos perder de vista que
esta conquista es también una oportunidad de negocios para las multinacionales.
Ya Soros, Rockefeller y Monsanto han dado su apoyo a la legalización en tanto se
preparan para participar en este lucrativo mercado. Mujica que tanto despotrica
contra el consumismo no tiene inconvenientes en mercantilizar el ocio y el
consumo recreativo, en el contexto de facilitar el acceso a la extracción
descontrolada de todos los recursos naturales (megaminería, transgénicos,
puerto de aguas profundas, etc.)
No al
fichaje de los consumidores
Algunos aspectos de la ley votada muestran
también sus importantes limitaciones. La propuesta de generar un registro de
consumidores es autoritaria y policíaca así
como las medidas de internación compulsiva de adictos a la pasta base (paco).
Más allá de que Mujica haya impulsado esta
ley, subyace en la clase política la mirada de
los consumidores como enfermos o potencialmente peligrosos. A nadie se
le ocurre abrir un registro para consumidores de vino por ejemplo, y este fichaje de fumadores y su consiguiente
estigmatización constituyen un avance
sobre las libertades individuales y un aumento del control social.
El gobierno parece creer que el acceso a la
marihuana impactará en un menor consumo de pasta base. Esta idea es a lo sumo
una simplificación: los consumos problemáticos de sustancias son una problemática
compleja y multicausal, pero sin duda las condiciones inhumanas de vida de
buena parte de la población son un factor central. Aquellos jóvenes excluidos,
violentados y sin posibilidades de acceso a un trabajo digno que recurren a la pasta base lo hacen como escapismo a lo
que tiene para ofrecer el capitalismo Creer que esto se arregla con legalizar
la marihuana es querer tapar el sol con un dedo y Mujica actúa como un ave rapaz que busca transformar todo en una mercancía y en oportunidades de
inversión para la gran burguesía.
Igualmente su preocupación para “combatir” el
narcotráfico con esta medida no deja de ser un contrasentido en un país que es
un paraíso fiscal para la llegada de capital de dudosa procedencia y que tolera
el lavado de dinero que seguramente proviene de la actividad del narcotráfico.
Los marxistas
revolucionarios estamos por la legalización de todas las drogas, tanto
porque su consumo es una cuestión de libertad y elección personal, como porque
la prohibición es la que genera un mercado paralelo del que se enriquecen
algunos capitalistas que se dedican al negocio del narcotráfico.
El Estado debe garantizar en forma totalmente gratuita
políticas sanitarias y no represivas ni compulsivas para los adictos, control
de calidad de los productos que se vendan, información veraz y científica sobre
las cualidades y peligros de cada droga, incluso las actualmente legales como
la nicotina o el alcohol.”
Aún en el marco de esta ley que legaliza el consumo de canabbis tenemos
claro que no es posible conquistar la absoluta libertad porque los desposeídos
están obligados a subsistir vendiendo lo único que tienen, su fuerza de trabajo.
Hasta que no se logre la emancipación del trabajo asalariado la conquista de
derechos individuales será limitada.
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