POR: RODRIGO BATISTA
El Centro
de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (C.E.I.P) “León Trotsky”, fundado en 1998, se planteó
publicar las obras clásicas de León Trotsky como la conocida biografía Mi Vida,
su Historia de la Revolución Rusa, La revolución traicionada, Escritos sobre
España, La lucha contra el fascismo o sus textos sobre arte, cultura y vida
cotidiana, así como también compilaciones temáticas y ampliadas en esta nueva
serie con textos inéditos en castellano.
Además, se le sumará desde el 2006, el Instituto del Pensamiento Socialista (IPS) que tiene como objetivo
ser un centro editorial especializado en marxismo, que abarque todo tipo de
temáticas: históricas, teóricas, políticas, de género, incluso literarias. Ella
Consta de un amplio catálogo que incluyen las publicaciones del C.E.I.P “León
Trotsky”, pero también de otros autores marxistas.
El libro Stalin, el gran organizador de
derrotas, publicado en marzo del 2012, está enmarcado en el
primer tomo de la Colección de Obras
Escogidas León Trotsky publicadas
por Ediciones del IPS y el CEIP en coedición con el Museo Casa León Trotsky de México y el
apoyo de Esteban Volkov, nieto de
Trotsky. En Stalin, el gran
organizador de derrotas encontramos indudablemente un gran aporte
editorial, para la discusión teoría, política y estratégica del marxismo
revolucionario. Su lanzamiento, tiene el objetivo de llegar a los que hoy
militan por la revolución socialista, a los intelectuales marxistas pero
también a los jóvenes que hoy despiertan a la vida política en búsqueda de una
salida a la crisis actual.
Este
libro, publicado originalmente bajo el título La tercera internacional, contiene varios trabajos escritos por
Trotsky en el exilio, luego de haber sido expulsado del Partido Comunista junto
con miles de oposicionistas, y cuando la crisis de 1929 daba inicio a agudas
confrontaciones de clase. Trotsky reúne los documentos presentados durante y
después de la realización del VI Congreso de la Internacional Comunista (1928)
donde llamaba a esta organización a retomar una perspectiva revolucionaria
frente al curso zigzagueante adoptado en manos de Stalin, que provocó la
derrota de importantes procesos revolucionarios y profundizó la burocratización
de la URSS.
Hoy,
cuando la crisis capitalista mundial empieza a encontrar respuesta de la
juventud y clase obrera, redoblamos nuestra labor para poner el legado de
Trotsky a disposición de una nueva generación. Por eso, considerado uno de los
textos fundacionales de la IV Internacional, el debate sobre estrategias allí
desarrollado recobra actualidad en medio de la crisis económica, y cuando caen
en desgracia las ideologías que pretenden hundir en el olvido las enseñanzas y
lecciones de revolucionarios como León Trotsky, Vladimir Lenin o Rosa
Luxemburgo. Por esto, nos detendremos sobre algunas reflexiones que surgen del
pensamiento elaborado en Stalin, el gran organizador de derrotas, el de
la estrategia revolucionaria, legado que ha sido dejado de lado para pensar los
elementos políticos y teóricos para conseguir la victoria del proletariado y
los oprimidos sobre todo el sistema capitalista mundial. Tomaremos para ello la
clara exposición elaborada por Emilio
Albamonte[1] en ocasión
de la presentación de Stalin, el gran organizador de derrotas el 29 de
abril de este año en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Táctica y estrategia en la
época imperialista
Emilio
Albamonte[2]
abrió su intervención señalando que la elección de esta obra de Trotsky como
primer tomo de las Obras Escogidas no era casual sino que estaba ligada a una
revalorización del pensamiento estratégico, contraponiéndola a la idea que se
quiso imponer luego de la derrota de la dictadura del cono sur, la avanzada del
neoliberalismo, y la instalación del progresismo, de que la izquierda sólo
tenía que discutir de táctica (elecciones, trabajo sindical, etc.).
Al
referirse a uno de los puntos de partida de esta reflexión, Albamonte señaló
“El primero es ir contra la idea naturalizada de que la izquierda no puede
vencer. Venimos de treinta años de lo que llamamos –en un artículo de
Estrategia Internacional– una ‘Restauración burguesa’, un período sin
revoluciones como hubo después de la derrota de la Comuna de París de 1871
hasta la Revolución Rusa de 1905. Sobre aquel período Lenin decía que habían
sido 30 años de avance del revisionismo pacifista en el movimiento socialista
internacional.
Hoy
nos enfrentamos a algo parecido, donde compañeros anarquistas o autonomistas
plantean ‘para qué un partido’, ‘para qué partido de vanguardia’, etc.; o
teóricos que hablan de la perspectiva comunista como Badiou, Negri, etc., que
ven los fenómenos revolucionarios como acontecimientos que surgen ex nihilo (de
la nada), donde los problemas estratégicos y el de la construcción de un
partido revolucionario se discuten muy poco”.
Luego
señaló el estudio y la apropiación de aspectos de Clausewitz[3]
realizada por Lenin y Trotsky. En el
caso de Lenin, éste coincidió con un momento de enorme productividad
intelectual y de “rearme” teórico luego del estallido de la Primera Guerra
Mundial, en simultáneo con su estudio sobre la Lógica de Hegel, y su elaboración
de El Imperialismo, etapa superior del capitalismo, en el marco de que la
actualidad de la guerra y de la revolución planteaban los problemas de
estrategia en un nuevo nivel. “Ya Rosa Luxemburg –señaló Albamonte– había
luchado contra la estrategia de Kautsky, antes que Lenin y antes de que éste se
pasase a las filas del socialchovinismo; sin embargo, como dice Trotsky en este
libro [Stalin, el gran organizador de derrotas] y en otros escritos, los
problemas de la guerra y de la insurrección sean quizá los puntos más flojos en
la reflexión de Rosa.” Y agregó sobre la apreciación de Trotsky sobre la obra
de Luxemburgo: “es el movimiento vivo del proletariado el que los intelectuales
tratan de asumir, donde nadie tiene ‘el conjunto de la teoría marxista’ […] Una
de las grandes tragedias que hizo el stalinismo, es que el diálogo
teórico-político abierto por Luxemburg, Trotsky y Lenin fue interrumpido por
decenios, y en algún sentido sigue interrumpido hasta ahora”.
Albamonte
analizó la recuperación de los debates de estrategia por parte de los marxistas
a principios del siglo XX: “Releyendo a Clausewitz, con definiciones tan
sencillas como que la táctica es el arte de ganar los combates y la estrategia
el arte de utilizar los resultados de los combates para ganar la guerra, vimos
que ese punto estaba separado de las discusiones en el marxismo histórico. Los
que vuelven a plantear esta discusión antes que Lenin son [Franz] Mehring de la
socialdemocracia alemana, que escribe sobre el arte militar, y un historiador militar
reaccionario, [Hans] Delbrück. […] Entre Kautsky y Luxemburg se desarrolló una
gran discusión donde el primero, basado en Delbrück opinaba que la segunda
Guerra Púnica se había ganado por la ‘estrategia de desgaste’ de Quintus Fabius
el “Cunctator” –es decir, el “demorador” – y que el movimiento obrero alemán
tenía que tener esa estrategia […] Luxemburg quien toma al historiador de Roma,
[Theodor] Mommsen, para contestar los argumentos históricos, demuestra que la
“estrategia de desgaste” sólo permite ganar tiempo y que el movimiento obrero
no se puede quedar sólo con una estrategia de este tipo. […] Justamente, la
Sociedad Fabiana –cuyo nombre alude al romano Quintus Fabius–, aún hoy conserva
su influencia en el Partido Laborista, y opina que el movimiento obrero debe
avanzar ‘culturalmente’ para lograr así cambiar el capitalismo desde adentro en
dos o tres siglos…”.
Ligando
estos debates a la relación entre programa y estrategia, Albamonte señaló: “Trotsky
explica en el Stalin, el gran organizador de derrotas, que el término
“estrategia” fue restituido por la III Internacional, ya que la II sólo hablaba
de “táctica”. Crítica que en el Programa de la IC (Internacional Comunista) de
Stalin y Bujarin se hablaba de estrategia en general, pero que sobre el
problema fundamental de la estrategia, es decir, sobre las condiciones y los
métodos que conducen a la insurrección propiamente dicha, la conquista del
poder, sólo se decían generalidades. […] Entonces volvimos a cuestionarnos por
qué Trotsky y Lenin habían estudiado a Clausewitz y habían surgido estas
teorías y discusiones entre Kautsky y Luxemburg, y nos dimos cuenta que no le
habíamos dado suficiente importancia, antes de leer a Clausewitz, a que en este
libro [Stalin, el gran organizador de derrotas] hay un capítulo enorme
llamado ‘La táctica y la estrategia en la época imperialista’.”
A
continuación, Albamonte comenzó una comparación entre el pensamiento estratégico
de Clausewitz y el de Trotsky donde resaltó: “Leímos a Clausewitz y nos llevó a
leer a Trotsky, porque llegamos a lo que se llama la ‘trinidad’ de Clausewitz.
[…] hay tres elementos que la forman: el gobierno, que da la orientación
política; el ejército y los generales, que toman la relación de fuerza y
trabajan con las probabilidades (porque el azar es un componente de toda
guerra); y por último, el pueblo, que es el portador un ‘sentimiento hostil’…”.
Sobre
el primer elemento de la “trinidad” –la orientación política- señaló cómo, en
un mismo sentido, “Trotsky polemiza contra los que opinan que la clase obrera
debe administrar ‘sin dirigentes’ –como plantean compañeros anarquistas,
populistas o autonomistas– ya que parten de una idealización inconsciente del
capitalismo, pensando que una sociedad fundada en la esclavitud salarial puede
elevarse a su independencia de clase sin una dirección que contenga a sus
elementos más perspicaces y templados. Si esto fuera así, se podría lograr la
transformación de la sociedad pacíficamente. Entonces la estrategia fabiana
sería correcta y ser revolucionario sería un desastre. Sin embargo, la
revolución es necesaria para arrancar a las masas populares del atraso y la
ignorancia, y para que la revolución sea victoriosa deben ligar sus esperanzas
y sus luchas a un partido que se haya convertido en la condensación de su
propia lucha. Y esta dirección se forma a través de un largo proceso de
selección y educación”. Y, polemizando con un artículo recientemente republicado
de Oscar Del Barco sobre Lenin[4],
agregó: “…partimos de discutir que lo importante no es tener ‘derrotas dignas’,
aunque tengamos muchas, lo importante es vencer, liquidar la explotación del
hombre por el hombre. Para eso hay que dotarse de instrumentos. Trotsky define
a la estrategia justamente como el arte de vencer”.
Al
momento de referirse al “pueblo”, tercer elemento de la “trinidad” de
Clausewitz, destacó desde qué lectura lo abordaría y planteó: “dentro de los
trotskistas, somos los más ‘libertarios’. Le dimos tanta importancia al
problema de los soviets, de los consejos obreros, que lo elevamos a problema de
la estrategia. Volvimos a Trotsky para ver si, como nos dicen muchos compañeros
de la izquierda, los soviets son instrumentales y no son clave, así como lo es
el partido revolucionario”. En respuesta a esta cuestión sostuvo: “Trotsky
plantea que el carácter revolucionario de la época no consiste en que se puede
realizar la revolución en todo momento, es decir tomar el poder, sino que la
actual es una época de cambios bruscos, y que la dirección tiene que estar
preparada para estos cambios. Este objetivo está indisolublemente ligado a la
autoorganización de las masas, como lo hicieron las masas rusas bajo la forma
de Soviet.”
Luego
citó a Trotsky en Stalin, el gran organizador de derrotas cuando dice:
“En la acción, las masas deben sentir y comprender que el soviet es su
organización, de ellas, que reagrupa sus fuerzas para la lucha, para la
resistencia, para la autodefensa y para la ofensiva. No es en la acción de un
día ni, en general, en una acción llevada a cabo de una sola vez, como pueden
sentir y comprender esto, sino a través de experiencias que adquieren durante
semanas, meses, incluso años, con o sin discontinuidad”.
Retomando
la comparación con la “trinidad” señaló las diferencias entre el marxismo y un
“militarismo” y planteó cómo Clausewitz, a pesar de destacar la importancia de
la “fuerza moral” de las masas cuando intervienen en la guerra defendiendo
intereses propios, nunca llegó romper con una visión del “pueblo” como “masa de
maniobra” debido a los propios intereses reaccionarios que defendía. En este
sentido, destacó que en ese punto “Hay una diferencia central. Para nosotros
hay una cadena entre esos organismos que a veces se manifiestan como comisiones
internas, que surgen en el sindicato, que a veces se transforman como
interfabriles o consejos obreros, y sus elementos más perspicaces, que se
organizan con un programa y una estrategia en un partido. Los marxistas no
somos militaristas… tuvimos varias experiencias trágicas en nuestro país, y
criticamos esas estrategias surgidas al calor de la revolución cubana, que más
allá de su heroísmo tenían una estrategia y táctica equivocadas. […] el partido
es la continuidad de la autoorganización de los trabajadores, de sus elementos
más perspicaces, más templados dotados de una estrategia y un programa para
vencer”. De la comparación en torno a la “trinidad” concluyó: “No hay nada más
desprestigiado hoy que un partido de vanguardia. Nosotros lo reivindicamos y,
al mismo tiempo, decimos que el marxismo no es un militarismo, sino que
queremos los soviets, que los obreros sean la base de todo. No aceptamos la
“trinidad” clausewitziana porque estamos hablando de la lucha de clases, no de
guerra en general, ni de ‘guerra popular’, aunque opinamos que las
insurrecciones, la guerra civil, etc. son elementos componentes fundamentales
de un proletariado que se organice y se quiera sacar las cadenas de la
opresión”.
Luego
de desarrollar la relación entre huelga general e insurrección desde el punto
de vista de la estrategia retomando los conceptos de “guerra de montaña” y
“guerra de llanura” según Clausewitz, Albamonte cerró su intervención
señalando: “Para nosotros no hay contradicción entre partido de vanguardia y
autoorganización de los trabajadores sino que lo vemos como dos niveles de lo
mismo. No creemos que las revoluciones las
hagan los partidos de vanguardia, sino que las masas con su
autoactividad son las que van a hacer las revoluciones, y que el partido
revolucionario es clave para que triunfen, para que no se queden a nivel
nacional y continúen en la perspectiva de la revolución permanente”.
Por
último, Emilio Albamonte señaló sobre Stalin,
el gran organizador de derrotas que “este libro, así como el conjunto de
los trabajos de Trotsky en los ’30, como sus escritos sobre lucha contra el
fascismo en Alemania, etc. […] no creo que le vayan en zaga a los grandes
clásicos de la ciencia política como El Príncipe de Maquiavelo, el Leviatán de
Hobbes, los trabajos de Rousseau, etc. […] Los que lean este libro estarán
leyendo un clásico. Si un clásico es un libro que en diferentes épocas dice
distintas cosas según quién lo lee, de Trotsky reivindican parte desde los ‘neocon’
hasta la ultraizquierda […], en ese sentido Trotsky es un clásico: se lo lee
desde las distintas posiciones ideológicas que hay en el mundo”.
[1] Se
recomienda ver el vídeo de la exposición de Emilo Albamonte en http://www.youtube.com/watch?v=wvmF3tR8fRg, donde en estas hojas se expresa brevemente
su larga y rica reflexión sobre el marxismo revolucionario.
[2] Director
de la Revista Estrategia Internacional y dirigente del Partido de los
Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina.
[3] Militar
prusiano del Siglo XIX, teórico de la guerra y de las artes militares.
[4] En
la compilación Escrituras publicada en 2011 por Ediciones Biblioteca Nacional.
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